miércoles, 23 de julio de 2014

GAZA ARDE... las hijas de Abraham en guerra



Las peleas entre familiares suelen ser terribles y muy difíciles de afectar desde afuera; una situación arquetípica simplificada puede ser la de esposo y esposa peleando en la calle: quien se meta termina de enemigo de la pareja, que después de todo sigue siéndolo y lo prueba en la solidaridad.
Las hijas de Abraham están de las mechas. Y en esa pelea no se han respetado niños, hospitales, universidades... Las unas por exceso e imprudencia (dice una ingenua) y las otras por propósito: a dónde caiga. Las hijas y la desendencia de Abraham hacen una bullaranga tan estruendosa como la inquisión, la conversión forzada, las cruzadas (viejas y nuevas) o el bombardeo a Gaza; no aparece en el mapa ninguna otra religión que sea radicalmente monoteísta, tan fanática como un evangélico que prohibe las imágenes o tan poética como llamarlo YHVH (el impronunciable); su ídolo ha pronunciado la terrible frase de "Yo soy el que Soy" o  "Al-lāh es grande, Al-lāh es el único" quedando todas las demás deidades en una condición de desamparo divino tan pobre como la idolatría o la creencia sin fundamento, incluso dignas de la hoguera. Han mantenido enfrentamientos durante tanto tiempo que una -ingenua- llega a pensar que cuando todo el mundo haya decidido dejar atrás definitivamente el neolítico de la política (armas) estas tres andarán poniendo algún lío. Imaginar cómo pueden ponerse de acuerdo dos tradiciones tan radicalmente espejo: judíos-sol, Musulmanes-luna  es todo un reto. 
JHVH vs. Al-lāh  se disputan las almas, los víveres, los territorios, la simpatía de las causas justas.
Justo sería que se decidieran de una vez por todas a convivir.

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